
Cuando te tomas de las manos y miras a los ojos, el corazón habla. Así, ell@s se van reconociendo uno a uno en el otro, en su belleza, en su luz, en su garra… también en su inquietud y en su fragilidad. Puedo dar porque me permito recibir. Y en este contacto, en este dar y recibir, es donde el corazón se expande. Precioso el grupo del Laberinto de la Academia… De las cosas más bonitas y gratificantes que hago. Verlos “crecer” me llena de agradecimiento y satisfacción.