Aquí podrás encontrar algunos testimonios, «en primera persona», de estudiantes que han pasado por el Laberinto de la Academia y que están recogido en el libro del Laberinto.
Estoy agradecida de corazón a los «laberínticos y laberínticas» que han ido pasando por el Laberinto y han aportado sus testimonios. No me resisto a compartir el sentir general de la mayoría cuando afirman que no han sido capaces de poner en palabras lo que el Laberinto ha significado para ellos y es que, en efecto, para el alma las palabras no son un buen medio de expresión; el alma vuela, como ellos han volado al salir del Laberinto.

PRIMER TESTIMONIO
Como ya he dicho muchas veces, la palabra que mejor describe mi paso por el Laberinto es «iluminación». Hoy precisamente estaba pensando en Matrix, la película, y pensaba como a veces me he sentido así, conforme más consciencia vas poniendo, vas viendo más detalles y dimensiones que antes te pasaban desapercibidas. Esto por una parte es fantástico porque te permite estar más en contacto con todo cómo un todo y también en cada uno de sus detalles, en la pequeña dimensión, hablando en un plano más metafísico.
Y con relación a mi situación particular, ahora mismo te puedo decir que se me está haciendo incompatible con la vida este ritmo de trabajo (…) y pienso… «ufff, menos mal que entré en el Laberinto y voy a salir porque esto es insostenible a todas luces»… Entonces mi evolución personal es de «ratoncita de biblioteca» a persona que quiere vivir (…)
Así que mi proceso ha sido un camino de maduración brutal. Se me quedaron grabadas a fuego tus palabras de «hacemos la tesis que necesitamos para comprendernos» y es que en mi caso no hay algo que mejor la describa. Hubiese sido imposible, ya no solo en un plano académico, sino en un plano absolutamente y radicalmente personal hacer el trabajo que estoy haciendo ahora, y que voy a acabar, haberlo hecho sin haber entrado en el Laberinto. Ha sido un proceso muy jodido, muy genuino, muy sincero y abierta en canal total. Yo estoy muy orgullosa y muy satisfecha del trabajo que estoy haciendo con la tesis (…) porque SOY YO. Después de todos estos años, me doy cuenta que es un proceso de maduración de la niña a la mujer, totalmente, a la mujer iluminada (…)
El Laberinto también me ha ayudado a entender (…) mi tendencia a aislarme y a centrarme solo en el trabajo y a que no hubiese nada más en mi día a día que no fuese eso. Entonces, qué te puedo decir… si es que la experiencia ha sido… removedora, iluminadora, transformadora… en un sentido muy personal y al mismo tiempo también de conexión con el resto, de ver que somos espejos y que al final no somos tan diferentes, incluso desde nuestras diferencias; al ver que hay otras personas que te acompañan en esto tú sientes que también puedes… Una experiencia brutal!
SEGUNDO TESTIMONIO
¿Por qué entro en el laberinto? Bueno, lo cierto es que siempre he sabido que hay cosas en mi que no iban bien… que no me daban paz. Era un momento personal bastante jodido, no sabía muy bien qué hacer con mi vida y me había metido en hacer una tesis que no tenía ni idea de cómo enfocar. Una amiga me comentó la existencia del Laberinto. Bicheé, leí eso del síndrome del impostor y me sentí completamente identificada… me habían pillado. Al fin. Llevaba mucho mucho tiempo sintiéndome así y ni lo sabía. Me picó tanto que al final fui yo quien convenció a mi amiga para ir y probar al menos. Nunca había hecho nada parecido. Si no llega a ser por ella no creo que hubiera ido. O quizás sí. No sé.
Mirando atrás creo que en las primeras sesiones seguía sintiéndome impostora, estaba rodeada de gente que hacía tesis doctorales «de verdad» y que las iban a terminar. Yo no me veía así. No me lo acababa de creer. Por otro lado, la gente se implicaba, sentía y sacaba lo que llevaba dentro. Mi proceso fue más lento. Poco a poco me he ido conociendo un poco más y dejándome conocer. Ha sido un proceso duro y enriquecedor y lleno de encontronazos conmigo misma y revelador y acogedor y con muchas dudas y muy personal y a la vez muy colectivo.
Relación con mi propia tesis. El Laberinto y, sobre todo, la gente que he encontrado en mi paso por él me han hecho darme cuenta que no estoy sola en este camino tan tortuoso que es la tesis, que hay personas que caminan conmigo, que sienten parecido, que dudan, que lloran, y superan obstáculos, suben escaleras y navegan veleros. Yo me quedo con eso. Y eso me da fuerzas para avanzar.
TERCER TESTIMONIO
Llegué a conocer el Laberinto de la Academia a través de un amigo que había oído hablar de estas sesiones de acompañamiento para doctorandos pero que no había llegado a participar en ellas. Su consejo llegó justo cuando yo acababa de saber que me habían concedido una beca predoctoral y, lleno de ilusión, estaba a punto de mudarme a la ciudad en la que trabajaría en mi tesis doctoral durante los próximos cuatro años. Sin embargo, no volví a pensar en ello hasta que, casi un año después de incorporarme a mi nueva universidad, toqué fondo después de un año de ansiedad y angustia crecientes y asumí que necesitaría ayuda para completar el recorrido de la tesis, porque estaba a punto de sucumbir a la presión, dejarlo todo y volver a mi ciudad de origen.
Pedí esa ayuda a Esther Velázquez y, después de algunas sesiones individuales que me permitieron superar la crisis momentánea que estaba teniendo, y una larga estancia de investigación en el extranjero, gracias a la que pude tomar distancia de mis miedos e inseguridades, y después de haber cambiado el tema de investigación de mi tesis, decidí comenzar el proceso del Laberinto de la Academia; lo hice convencido de que no solo quería terminar mi tesis sin más, sino que quería que fuese un proceso no solo académico, sino también de crecimiento personal. Yo ya había leído y oído hablar sobre el síndrome del impostor, y ya antes de comenzar el Laberinto me había dado cuenta de que, hasta la crisis que había tenido al año de comenzar, presentaba todos los síntomas: el convencimiento de haber llegado hasta la obtención de mi beca predoctoral «engañando» a todo el mundo, desde mis profesores en la Universidad hasta mi directora, pasando por mi propia familia, sobre mis capacidades intelectuales y académicas; la certeza de que mi única verdadera capacidad era la de «venderme bien», pero que en el fondo no había nada que refrendara esa fachada y que en cualquier momento caerían las máscaras y todos descubrirían que yo era un fraude.
Lo que significó para mí empezar y terminar el recorrido del Laberinto junto a mis compañeras de camino es difícil de plasmar en palabras de manera ordenada. En el plano académico, no solo fui capaz de finalizar y defender mi tesis doctoral con gran éxito, pese a los miedos y dudas iniciales, unos meses después de terminar las sesiones del Laberinto, sino que fui capaz de hacerlo un año antes de lo que estaba previsto inicialmente, incluso habiendo cambiado de tema de tesis. Defendí una tesis de la que me enorgullezco y fui capaz de hacerla con mucho esfuerzo y rigor, pero también con amor por lo que estaba haciendo y con un alto grado de implicación emocional en mi trabajo. Mi participación en el Laberinto no hizo que el proceso de la tesis fuera más fácil ni menos exigente; no hizo que desaparecieran el sacrificio, la ansiedad, la
inseguridad, el miedo, la frustración ni las horas extra de trabajo; pero sí me permitió transformar todo eso, que de otra manera habría vivido de manera traumática e ingrata, en un profundo conocimiento y amor por mí mismo y por el propio proceso que estaba viviendo.
Después de haber llegado al centro del laberinto, de haberme enfrentado al minotauro y haberme visto a mí mismo en sus ojos; después de haber deshecho el camino hasta la salida y haber salido de nuevo a la vida, encaro ahora mi vida académica postdoctoral como un nuevo laberinto en el que ya he entrado. Participar en el Laberinto de la Academia no ha evitado que deba seguir adentrándome en laberintos durante el resto de mi vida académica y personal; pero sí me ha permitido darme cuenta de dónde estoy, de cuál es mi proceso y de qué dificultades puedo esperar encontrar. En la oscuridad de los mismos pasillos, reconozco las paredes al tacto: el Laberinto de la Academia me ha permitido dibujar un mapa de todos los laberintos a los que sin duda me seguiré enfrentando.
CUARTO TESTIMONIO
Llegué expectante, curiosa, anhelando ayuda. Al llegar me sentía algo nerviosa y a la vez con esperanza.
El Laberinto ha supuesto para mí el principio del trabajo de introspección, de empezar a prestarle atención a mis emociones, de desbloquear dolores y miedos, un grupo cálido donde desnudarme sin prejuicios, donde hay cariño, donde me veo reflejada…
QUINTO TESTIMONIO
Llegué al Laberinto porque una amiga me pasó el cartel, vi que eras tú y que era un tema interesante y que me interesaba profundizar por ahí porque sentía que estaba necesitando algún tipo de grupo… no sé… algo que me ayudara a estar mejor en la tesis. Porque estaba en una situación (…) de precariedad cuando no tienes una beca asociada a la tesis pues es muy difícil. Entre eso y no estar en un grupo de investigación, porque a mí el trabajo que me gusta es en grupo, y la tesis es muy solitaria y pensaba que no iba a ser tan solitaria. Sentía que necesitaba algo que me ayudase a caminar. Y la idea de un grupo y de hablar, digamos, sin tapujos, de las contradicciones que tiene la Academia y cómo nos afecta, que yo ya llevaba viendo mucho tiempo, fuera y en mi ser, pues me atrajeron mucho. Me dio, no sé… me dio buena impresión. Y también el hecho de que lo llevaras tú, me dio seguridad.
El Síndrome del Impostor, sí, había leído algún artículo y, evidentemente, me reconocía y reconocía a la Academia en ese sentido. Y también sentía un rechazo muy grande a lo que ello significa. Sentía mucho rechazo cuando veía gente en la Academia, digamos, de «postureo», no?… haciéndose más, o lo que yo identificaba como «venderse», de alguna manera, más allá o por encima del resto de la gente, no? Esa cosa falsa. Y a la vez me sentía impostora, y me sigo sintiendo cuando estoy escribiendo algo o tengo que justificarlo, cuando estoy haciendo un trabajo académico. El que nunca es suficiente, siempre hacen falta más referencias y justificar tu trabajo, como que nunca es suficiente y que siempre va a haber alguien que sepa más y que te va a señalar y que te va a dejar fuera, no? básicamente, que te va a dejar fuera de la Academia.
El Laberinto me ha servido muchísimo. No soy la misma cuando entré que ahora mismo y estoy muy feliz por ello. Me ha servido para conocerme a mí misma, me ha servido para aceptarme y aceptar mis decisiones, me ha servido para, digamos, echar raíces, para sentirme segura; para dejar la lucha que no puedo vencer o llevarla de otra manera pero sin gastar energías en vano. Eso creo que ha sido muy importante. El caminar pero sin llevar una mochila más grande de lo que soy capaz, reconociéndome también mis potencialidades, mis valores, pero sin llevar más de lo que tengo que llevar y sin estar siempre peleando.
A parte para la tesis, también en la vida. Para verme a mí misma como ese barquito, para reconocerme en él y para respetarme también con mis idas y mis venidas; para reconocerme las subidas y bajadas de la vida, que son propias del camino; para no sentirme mal y no darme con el látigo cuando eso me pasa. Me ha servido para desbloquearme, para perder los miedos… Bueno, y me ha servido para ser más feliz, para estar contenta y disfrutar de lo que estoy haciendo y de la vida, más completamente. Me ha servido para crecer, para sentirme una mujer-señora de 31 años que está haciendo la tesis y se lo merece y lo está haciendo bien. Me ha servido para verme en otras personas y reconocer en ellas mis errores y mis virtudes, y viceversa. Y me llevo un regalo muy grande del grupo del Laberinto en donde hoy en día tengo dos grandes amistades muy importantes y todo el grupo que me acompaña y que a parte del grupo del Laberinto en sí, fuera del Laberinto también forman parte de mi vida y a quienes les tengo un cariño muy grande.
SEXTO TESTIMONIO
Con el Laberinto de la Academia comencé una nueva etapa en mi vida. Llegué bloqueada, perdida y sin comprender qué me pasaba no solo a nivel académico, sino también en mi vida en general. El recorrido me permitió iniciar una introspección que me ha devuelto partes de mí que no sabía que existieran y también una voz propia con algo que decir. Meses después de terminar el laberinto, me encuentro en la recta final de la tesis, a punto de alcanzar al minotauro, y, aunque las dudas, miedos y complejos están ahí tengo herramientas con las que continuar y no perder el rumbo.
Esos complejos salieron de forma feroz cuando, hace tres semanas, una de mis mejores amigas del mundo académico defendió su tesis. Mientras escuchaba su exposición y los comentarios de los miembros del tribunal me sentí pequeña, insuficiente y lejos de poder alcanzar la meta: mi defensa. Todo el trabajo, del que me sentía orgullosa y había cerrado junto con mi directora, pareció desvanecerse y perder calidad. Sin el Laberinto, quizá, no hubiera sido capaz de recuperar la serenidad que me ha acompañado en el proceso de escritura en los últimos meses.