Cómo nació

Gotas de agua sobre tela de araña. Castañuelo, Huelva. Primavera 2019.

El Laberinto de la Academia nació de una de esas casualidades que no existen. Estaba leyendo un precioso libro de Jaime Buhigas Tallon[1] sobre Laberintos cuando me llegó una entrada en Facebook que hablaba sobre “El síndrome del Impostor. Aviso a doctorandos[2]. Nunca antes había oído hablar sobre ello pero algo hizo que me lanzara a su lectura con urgente curiosidad. Cuál fue mi sorpresa que aquello que yo había sentido durante tantos años mientras realizaba mi tesis doctoral tenía nombre: El síndrome del impostor. Y no solo lo había sentido yo, sino que era algo bastante habitual entre los estudiantes de doctorado. Me quedé impactada.

Este artículo me transportó a mis años de doctoranda y a la inseguridad atenazante que pude llegar a sentir; la sensación de no avanzar; de que mi tesis no era lo suficientemente buena; que no lograba una “tesis” que no hubieran abordado ya otros; esa incansable soledad que me acompañó durante años; la incomprensión de los amig@s que no pertenecían a este mundo; ese sentimiento de vértigo cuando le dejaba los capítulos a mi director y “quedaba a la espera de sus comentarios”; ese miedo escénico cuando me tuve que poner delante de un tribunal que iba a evaluar mi trabajo de tantos años… Mucho esfuerzo, mucho tiempo, mucho miedo…

Ahora, en el otro lado de la mesa, reconozco ese mismo sentir en los y las estudiantes a los que les he dirigido y dirijo tesis doctorales y trabajos fin de grado y de máster y lo veo también en muchos de los estudiantes con los que me relaciono; además de en mis propios compañer@s ya doctores y doctoras. Ahora, después de un largo recorrido por el Laberinto de la Academia, y un intenso y profundo trabajo personal unido a mi formación terapéutica, puedo entender mucho mejor el proceso que vivimos mientras realizamos la tesis doctoral, o cualquier otro momento de la vida académica.

Rápidamente pude ver la conexión con el libro de laberintos que estaba leyendo… y así comenzó a surgir la idea del Laberinto de la Academia.

Algunos años después me llegó un articulo[3] que pone de manifiesto cómo se “normalizan” la ansiedad, el miedo, el estrés, la angustia, la depresión… que se puede llegar a sentir realizando la tesis doctoral. Mucho más problemática es la afirmación de que “La tesis doctoral perjudica la salud mental del doctorando”[4]. Esta no debe sorprendernos; lo hemos vivido tod@s los que hemos realizado la tesis doctoral; y lo hemos normalizado…

Porque veo a muchos estudiantes recorriendo el mismo camino que yo recorrí, con los mismos miedos e inseguridades, ansiedades y angustias; porque creo que se puede hacer la tesis doctoral (o cualquier otro trabajo académico) y no enfermar; porque creo honestamente en la necesidad de desmentir esta locura en la que se ha metido la academia; porque creo firmemente que se puede estar en la Academia de otra forma más sana; porque creo, en definitiva, que podemos humanizar la Academia haciendo que sea el Amor y no el Miedo el que campe a sus anchas. Por todas estas razones y algunas más nació el Laberinto de la Academia.


[1]  Jaime Buhigas Tallon (2013). Laberintos. Historia, Mitos, Geometría. Ed. La esfera de los libros, Madrid. Este libro lo compré y lo dejé en mi biblioteca durante meses. Fue muchos días después de comprarlo cuando lo cogí para leerlo, justo un poco antes que me llegara el «Síndrome del Impostor».

[2] Diario de un Copépodo. “El síndrome del impostor. Aviso a doctorandos”. https://copepodo.wordpress.com/2012/12/06/el-sindrome-del-impostor-aviso-a-doctorandos/ (consultado el 3 junio 2017).

[3] The Guardian (1 marzo 2014). “There is a culture of acceptance around mental health issues in academia. https://www.theguardian.com/higher-education-network/blog/2014/mar/01/mental-health-issue-phd-research-university (consultado el 3 junio 2017).

[4] Katia Levecque, Frederik Anseel, Alain De Beuckelaer, Johan Van der Heyden and Lydia Gisle. 2017. “Work organization and mental health problems in phd students”. Research Policy 46 (4): 868-879.

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