La Endometriosis: la enfermedad silenciada… El espacio sagrado!

Desde hace poco tiempo comienza, al fin, a hablarse de la endometriosis, la enfermedad silenciada. Y sin dejar de ser ésta una buena noticia, no deja de sorprenderme que se siguen “recetando” los mismos procedimientos que cuando me la diagnosticaron hace más de 25 años; unos procedimientos y medicamentos que van a paliar el síntoma, diciéndonos que es una enfermedad crónica (léase, sin cura y medicalizada de por vida), sin preocupar la causa real de la misma.

La endometriosis es una enfermedad que se caracteriza porque células del endometrio se adhieren a diferentes partes del cuerpo (ovarios, trompas, vejiga, intestinos…) y cuando tenemos la regla, esas células endometriales “descolocadas” también menstrúan con la particularidad de que, al no tener salida al exterior, se forman los conocidos como quistes endometriósicos o «chocolate».

Los síntomas son muchos y diversos, muy dolorosos y que, en la mayor parte de los casos, disminuyen considerablemente la calidad de vida de las mujeres que la tenemos. Pero como lo que está socialmente aceptado es que la regla “duele”, cuando nos quejamos del fuerte dolor, somos tachadas de exageradas e histéricas. De esta forma, vamos silenciando la enfermedad, y con ella el dolor.

Pero ¿y qué pasaría si paramos y nos detenemos a “escuchar” y a “observar” nuestro cuerpo? El cuerpo habla; es el sistema el que lo silencia. Pero hoy yo quiero escucharlo… quiero escucharme…

Si me escucho, podré oír a esas células «descolocadas», fuera de «su lugar», el lugar al que por derecho pertenecen, un lugar sagrado, capaz de dar vida. ¿Podría ser que yo, al igual que esas células, estuviera fuera de «mi lugar»? ¿Cuál es ese «lugar»?

Hace tiempo, tras una fuerte crisis personal, me pude dar cuenta, precisamente, que había perdido mi lugar, fundamentalmente, como mujer. Había aprendido a sobrevivir en un mundo patriarcalizado, donde se me exigía una feroz competitividad, juego en el que yo entré con facilidad. Y mientras más me perdía, más dolor sentía. Ahora veo que no solo físico.

No tengo argumentos, más que mi propia experiencia, para afirmar con rotundidad que la endometriosis, esa enfermedad silenciada por tantas y tantas mujeres que hemos sido tachadas de histéricas y exageradas, podría ser fruto de haber perdido nuestra esencia como mujeres; de haber perdido aquello que a fuerza de perderlo ya ni siquiera recordamos que somos. Y todo ello debido a una sociedad patriarcal en la que muchas nos hemos visto envueltas, exagerando unas cualidades patriarcalizadas y normalizadas (la fuerte competitividad, el exceso de racionalidad, el olvido de la intuición, el olvido de nuestro cuerpo…) como forma de sobrevivir.

Pero ya va siendo hora de que las mujeres todas, y especialmente las que tenemos diagnosticada endometriosis, RECORDEMOS cuál es nuestro lugar, ese lugar SAGRADO, esa esencia que nos hace ser lo que somos: MUJERES. Tal vez sea el momento de ir parando para observarnos, observar nuestro cuerpo, dónde estamos, y darle cabida a ese dolor, que no es solo el dolor del cuerpo, sino también del alma. Ese dolor que se hace fuerte para que lo miremos, para que de una vez por todas recordemos. Y para que recordando quiénes somos recuperemos nuestro lugar.

No me preguntéis por qué ni cómo. No tengo explicación racional. Pero hoy ya no me avergüenza decirlo en alta voz: tengo la firme intuición de que la sanación de la endometriosis va por aquí… por recordar quienes somos; por reconocer que perdimos nuestro lugar en pro de un espacio que no es el nuestro… No me avergüenza decir que intuyo que la sanación de la endometriosis no está en la medicalización ni en tantas operaciones a las que nos vemos sometidas, no está en seguir maltratando y olvidando nuestro cuerpo, hartas de tanto dolor, sino en ocupar nuestro lugar, el que por derecho tenemos, ese espacio sagrado.

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