El artículo de Emilio Lledó publicado en Público el domingo pasado, «La corrupción mental es peor que la económica», plantea lúcidamente cómo el Plan Bolonia es un paso atrás en la educación universitaria pues hace al estudiante menos libre. Según el filósofo, «la libertad de expresión no tiene sentido si no hay antes una libertad de pensamiento». Y me pregunto, ¿Dónde podemos encontrar esa libertad de pensamiento si no es en la Universidad? Y sigo dándole vueltas y vueltas al mismo tema… y me quedo intranquila, por lo que estamos haciendo en la Universidad en aras de una Excelencia y una Objetividad de la Ciencia (todo con mayúsculas, ojo!) que, desde la más absoluta «consciencia», va en contra de la libertad de pensamiento.