Lo sepamos o no; lo creamos o no, somos parte de la Tierra y, como ella, entramos en tiempo de otoño. Nuestros cuerpos sienten el cambio de luz, de temperatura, los vientos que nos zarandean, las primeras aguas que nos mojan tras el tórrido verano. Solo se trata de sentir con la Tierra, de soltar lo que ya amarillea; de dar gracias por los frutos que maduran. Y no resistirnos, dejar que todo siga su curso. La Tierra sabe, nuestro cuerpo también…