En cualquier sitio, en el bar, en el supermercado, en una esquina… la frase más oída estos días es «por fin acabaron las Navidades» y la respuesta que sigue «Gracias a Dios». Que contradicción, no? Precisamente gracias a ese «Dios», celebramos las dichosas Navidades que más allá de cualquier celebración religiosa se ha convertido, o siempre lo fue, en una exaltación del consumismo: comida, bebida, regalos, salidas, familia… y todos quedamos bien «hartos» de todo y de todos. Sólo los niños la disfrutan… Podríamos inventar un carnet de «A salvo de las Navidades» a todo aquél que se haga «mayor» y quiera solicitarlo… Uno para mí, por favor, por ambas cosas, y por algunas más…