Ayer fue un día grande. No me di cuenta hasta que iba en el metro, camino de la UPO. Iba a la defensa de la tesis doctoral de uno de los caminantes del Laberinto de la Academia. Cuando tomé conciencia de que se doctoraba el primer doctorando que se había atrevido a recorrer el Laberinto de la Academia me emocioné…
El curso pasado, hablando en una de las sesiones del Laberinto, expresé con mucho miedo: «Aún no se ha doctorado nadie, así que aún no he podido comprobar si El Laberinto funciona o no…». Una de las chicas de la segunda promoción se me quedó mirando, seria, y me dijo: «No hace falta que esperes a que se doctore nadie para saber que el Laberinto sí funciona, a mí me funciona…». Me conmoví al escucharla porque aquella chica le acababa de poner voz a mi intuición; le puso voz a aquello que yo ya «sabía» y mis miedos no me dejaban reconocer.
Ayer, me acordaba de aquella frase… «No hace falta que esperes a que se doctore nadie…». Y viéndolo recibir su Cum Laude me emocioné por él y por mí. Sabía lo que para él significaba; y también me di cuenta que para mí era el reconocimiento que yo me daba a mi misma; yo me reconocía en aquel estudiante, con sus miedos, con su Cum Laude… Sí, claro que sí… y me doy cuenta que cuando escucho mi intuición, y me dejo llevar por ella a pesar de mis miedos, poniéndola al servicio, funciona…
Me siento agradecida a esos estudiantes que se atreven a llamar a la Puerta del Laberinto y dejarse acompañar. Para mi es un aprendizaje de vida que me llena de satisfacción y agradecimiento. Por todo ello, hoy quiero decirle desde aquí al nuevo Doctor: ¡Enhorabuena! y sobre todo, ¡GRACIAS!