… Y volví al master de Baeza, ese al que todos los años me daba pereza venir. Este año, tras la experiencia del curso pasado, venía con ilusión y ganas. Y no sé si será el aire puro de esta ciudad; sus callejuelas medievales que me transportan a otra vida, el frío que me cala o la mezcla de tantas culturas que se dan cita aquí durante tres cortos e intensos meses. Un poco de todo supongo y la magia ha vuelto al aula.
Tras un intenso día de clases, mañana y tarde, terminamos con una danza de agradecimiento a la Madre Tierra, todos en círculo, danzando… y me acordé de tí, querido José Andrés, aquello que me decías: «al danzar, con los pies acariciamos la Tierra». Y acariciábamos a la Madre Tierra también en agradecimiento a todos nosotros, por el día vivido, por la poesía compartida; por la magia que se hace Presencia. Es el cambio de paradigma vivenciado.
Termino el día agradeciéndole a este precioso grupo haberme permitido ser más yo; dándome permiso para confiar en mí, en lo que tengo para ellos, en lo que tengo para mí. Dándome cuenta que la imagen es el lenguaje del alma y cuando se produce la magia, las palabras sobran. El Silencio habla en Baeza. ¡GRACIAS!