El Muro del Laberinto… y mi corazón sonríe

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Una chica me avisó un poco antes que no podría seguir viniendo al Laberinto de la Academia pues la trasladaban de ciudad… Me quedaba con un grupo de tres e iba inquieta para la segunda sesión, ¿cómo lo tomarán los chic@s que quedan? ¿Habrá energía suficiente para trabajar?… Estas y mil cosas más rondaban mi cabeza hasta que me dije: «Esta es la energía que hay y, recordando una vez más a Herman Hess, me dije ‘aquí están los huéspedes justos'». Con esta confianza, entré en Búho Blanco y me puse a disponerlo todo para la sesión.

Una vez más la Vida me demuestra que si confío recibo regalos inesperados. No solo eran los huéspedes justos sino que la energía que allí se concentró fue hermosa, como lo fue la sesión que tuvimos.

El Muro los confrontó con lo más evidente para cada uno de ellos, aquello que ya saben pero que hasta ahora no se habían atrevido a ver. Y al mismo tiempo, se dieron permiso para verse en su «cabeza», en su «inseguridad», en su «estar perdido», cada cual con lo suyo y todos con lo de todos; cada uno con su Muro, y todos reconociéndose de alguna manera en el del otro.

Y yo me reconozco en esa pantalla negra que solo me devuelve mi cabeza, sin conexión con mi corazón, con mi cuerpo… sin conexión con mi pasión. Y me reconozco en esa inseguridad que quiero tirar lejos de mí para poder, de una vez por todas, deshacerme de ella, dándome cuenta que solo si la recojo con ternura, si la reconozco como mía, podré transitar este Laberinto. Y me reconozco, ay, en este sentirme perdida, en este sentirme desarmada, en este miedo…

Y vuelvo para mi casa plena de agradecimiento a estos tres caminantes que me dan su confianza y su mano para acompañarlos por este recorrido; y vuelvo, diciéndome, «¿Lo ves?, son los huéspedes justos…». Y mi corazón sonríe…