¿Qué es el agua?… solo sintiéndola podremos llegar a intuirla
Termina el curso de Economía del Agua (de 4º curso del Grado en Ciencias Ambientales de la UPO) y lo hago como lo empecé: pidiéndoles a l@s estudiantes que respondan con una fotografía a la pregunta qué es el agua.
Al inicio de curso tod@s tenían una respuesta: el agua es vida, es un recurso, H2O, es ocio, es disfrute… Ahora, poc@s saben dar una respuesta… y justamente en esto está mi esperanza.
Aquellas respuestas de principio de curso no eran más que contestaciones aprendidas, que salían de sus cabezas, repeticiones de lo que, posiblemente, habían oído a otr@s. Ahora, estas no-respuestas salen de su alma.
«Recuerda», titula su imagen Alejandro. «Cuando volví al origen fue cuando me di cuenta», nos dice Patricia. «Las preguntas que van surgiendo no hacen más que aumentar», nos comparte Manuel. Nuria hace suya esa pregunta que les he repetido hasta la saciedad, como una forma de reciprocidad hacia la Tierra y no caer en la desesperación, ¿y yo qué puedo hacer?. «El agua es reflejo de nosotros mismos», nos dice Andrés. Eduardo, ante el irrefutable hecho de no encontrar respuesta, nos dice «no importa saber o no qué es el agua, basta con que comprendas su importancia y la respetes»… y así un@ tras otr@…
… Y sonrío porque, un año más, termino con el alma llena al darme cuenta que la sabiduría innata que hay en tod@s ell@s está intacta. Solo tenemos que recordar, volviendo al origen, cuestionándonos más si cabe que al principio, mirándonos a nosotros mismos para verla a Ella, al agua; o verla a Ella para vernos reflejad@s. Y simplemente dejar de pensar y cuidarla, como Ella cuida de nosotr@s.
Acabo Agradecida y Emocionada por estos aprendizajes del alma, por este recordarnos mutuamente que el agua es mucho más, aunque aún no sepamos qué… solo sintiéndola podremos llegar a intuirla!
Con el consentimiento de la autora, la estudiante María José Tapia Arriaga, comparto su texto íntegro, el que acompañaba a la imagen con la que respondía qué es el agua y que da pie a esta entrada. Y sobre todo me llena de esperanza y me hace sentir que lo que hago merece la pena.
PAREMOS
«A punto de acabar este curso, me llevo una mezcla de sentimientos enredados. En la primera práctica intentaba responder qué era el agua para mi: la convergencia de la vida misma, la Madre que nos arropa con cariño. Intentaba plasmar ese sentimiento de agradecimiento hacia ella, y además pretendía reflejar mi frustración ante la abundancia de esta para unos y la escasez para otros, decidida al azar pues uno no decide donde nace, pero direccionando la culpa al acaparamiento de unos (responsables en muchos casos de los mercados de agua). Pero me olvidaba que hay tierras que han nacido para ser áridas. A día de hoy, para mí sigue significando aquello, pero además, se despliegan ante mi una infinitud de escenarios de los que antes no era consciente donde el agua era y es la gran olvidada. ¿Dónde está el agua? El agua se ha vuelto en un entramado más complicado y lleno de vida de lo que había concebido primeramente, difícil de explicar llanamente sin sentirla. (…) Siento que he aprendido a profundizar y ver más allá, empatizar con otros, a cuestionarme más y a no dar las cosas por sentado, a ser más consciente del agua por la que soy envuelta. También puedo decir que, definitivamente, el agua para mi es imposible concebirlo más como un recurso tal y como lo define la economía clásica: no es un “bien” a mi disposición, no es algo que pueda privatizar o acaparar y esto no debería ocurrir, no hay juegos de dioses que valgan. El agua no es mía. Como expresaba el filósofo griego Tales de Mileto y con el que no puedo estar más de acuerdo, el agua es la fluidez de la vida, agua que fluye y que no debería ser de nadie como el mismo aire que respiramos y llena nuestros pulmones y que no responde ante ley antropocéntrica alguna. Y aun así hemos dejado convertir al agua en una mercancía. ¿Cómo hemos dejado qué esto ocurra? ¿Cuándo se ha olvidado sentir el agua? Me enredo mucho, pienso en agua, qué es el agua, y siento como la boca tiembla y las manos corren por el teclado porque hay mucho que decir y poco margen para llegar a plasmarlo o poca habilidad, sea dicho de paso. Así que por último y en referencia a esta práctica, hablaré sobre estos últimos días lluviosos, cuando corría porque llegaba tarde y el agua caía sobre una tarde dorada que colisionaba con otra nublada. Esa tarde, pude apreciar el arcoíris que se dibujaba entre las nubes. Era todo un espectáculo con olor a lluvia, inesperado y desconsiderado ante mis prisas. Hay segundos que exigen ser estirados. Y es que a mi estas sorpresas antes de que acabe un largo día, me alegran profundamente. Cuando llueve en mi pueblo y cierro el paraguas y dejo sentir en mi cara el frescor de cada gota que cae, siento que estoy unida a algo más grande que mi persona, qué verdaderamente soy parte del ciclo del agua. ¿Qué error de concepto nos corre por las venas, quién decidió qué era mal tiempo? En muchos lugares hay rituales para hacer que llueva, que caiga agua del cielo y bendiga la tierra ya reseca. Aunque haya mucha terminología con la que aún no sienta tanta confianza, se que nos hace falta una cosmovisión, mirarlo todo íntegramente, no caer en la clásica dualidad cartesiana donde el agua es una cosa y yo otra. Como en la foto que subo PAREMOS, que hay un stop, la tierra nos lo está diciendo. Miremos alrededor, miremos todo, cuidemos todo lo que nos rodea pues todo está conectado aunque escape a nuestra mirada. Cuidémonos a nosotros, que somos parte de ese todo. Cambiemos este viejo paradigma erróneo, insensible a los llantos de la tierra. Apreciemos la vida. Ante días grises, la esperanza de que un cambio es posible se pinta en colores en el cielo. Son muchos los corazones que quieren eso, mis compañeros entre ellos. Y donde hay voluntad, hay un camino.