
Dicen que cuando estamos viviendo algo no podemos ver el aprendizaje que ha supuesto hasta un tiempo después (si paramos para “verlo”, claro).
Esta semana santa he parado. Y he podido darme cuenta el regalo que me ha traído esta pandemia. Lo digo con todo el respeto porque sé las muchas personas que la sufren y las muchas vidas que se han perdido. Pero para mí ha sido un regalo.
Ha sido el Tiempo del Recuerdo. He recordado cómo ver y escuchar a la Tierra de otra forma. He recordado el espíritu sagrado del agua. He podido entender por qué hace un año comenzó a gestarse en mis aguas sagradas la “YakuMama. La Voz Recobrada”.
Hoy puedo ir dándole sentido a muchas de las cosas que viví y sentí hace un año. Tuve que atravesar el miedo y la neurosis que se me disparó. Pero hoy puedo recordar y así entender para qué recobro mi voz.
Alzo mi voz y la pongo al servicio de la Gran Madre, el eterno femenino, para que la semilla que siembro germine y ayude a otras mujeres a recordar lo que tiene que ser recordado y entre tod@s podamos crear una Nueva Tierra donde el Amor, y no el Miedo, campe a sus anchas.