
Ahora que me duele ver cómo la Tierra se quema; cómo los pájaros vuelan y sus nidos se carbonizan; cómo los árboles quedan relegados a tristes esqueletos ennegrecidos.
Ahora que vuelvo oler el Fuego, avivado por el Viento. Ese Viento que ulula encogiéndome el corazón. Ahora que revivo el fuego, los fuegos, esos que fueron y me hicieron sentir por primera vez el dolor de la Tierra, los que me hicieron escuchar por primera vez su quejío; diferente, y similar al mismo tiempo, al producido por la Tierra al temblar.
Porque todo tiembla bajo su poder.
Ahora que el fuego de nuevo me envuelve, ahora, me hago más consciente de la dificultad para dejarlo crecer en mi interior; porque duele…
No solo es destrucción, me recuerdo.
También transformación. Es alegría. Es risa, carcajada profunda que sale de las entrañas. Es claridad, dirección, Luz. Es brillo, poder, es empuje, es el cambio.
Ahora que presiento el fuego a mi alrededor, en los pastos, en los árboles, en el aire; en tu piel, en mi piel…
Ahora que todo el mundo habla del Fuego, quiero dejar de hablarlo para comenzar a sentirlo, no solo fuera, también dentro.
Porque ahora me doy cuenta que el Fuego… en Masculino y con mayúsculas.
Es curiosa la Vida. En diciembre 2017 escribí «El Agua… en Femenino y con Mayúsculas». Se abría en mí, sin yo saberlo entonces, el tiempo del Femenino.
Ahora que se cerró ese ciclo, tomo consciencia de que es mi tiempo del Fuego, el Gran Masculino, para integrar lo que tiene que ser integrado.
Ha comenzado en mí la segunda parte…