La Magia sigue en Baeza

Callejuelas, montañas nevadas, frío seco… nadie. Así estaba Baeza esta mañana cuando salí de vuelta para Sevilla.

Este paseo me ayudó a asentar las muchas emociones vividas en el aula y fuera de ella. Después de dos años sin ir debido a la pandemia, he podido comprobar que la Magia sigue haciéndose presente en Baeza.

«Yo soy la Tierra», respondía un estudiante peruano, todo presencia, a mi pregunta Qué es la Tierra para ti…

«El agua es mi reflejo», respondía otro estudiante, conmovido, a mi pregunta Qué es el agua para ti…

«Yo hablo con el río, profe. ¿Ustedes hablan con el río?», preguntaba un risueño hondureño a sus compañeras y compañeros, mirándome con una sonrisa que mostraba su alma…

En el aula nos hemos hecho preguntas, muchas sin respuestas… hemos reído, hemos incluso llorado, sí… En Baeza todo es posible.

Hemos aprendido, ell@s y yo. Y sobre todo hemos recordado…

Y al salir del aula me esperaba un buen amigo, esos que son de alma, para compartir lo vivido.

Han sido unos días que me devuelven la esperanza de que una Nueva Tierra es posible. Con personas tan bonitas, con tanta conciencia, sensibilidad y ganas de aprender todo es posible.

Una vez más vuelvo llena de Agradecimiento a la Vida por cuidarme de esta manera; y a cada un@ de l@s estudiantes que tanto me dan…

El Tiempo del Recuerdo

Dicen que cuando estamos viviendo algo no podemos ver el aprendizaje que ha supuesto hasta un tiempo después (si paramos para “verlo”, claro).

Esta semana santa he parado. Y he podido darme cuenta el regalo que me ha traído esta pandemia. Lo digo con todo el respeto porque sé las muchas personas que la sufren y las muchas vidas que se han perdido. Pero para mí ha sido un regalo.

Ha sido el Tiempo del Recuerdo. He recordado cómo ver y escuchar a la Tierra de otra forma. He recordado el espíritu sagrado del agua. He podido entender por qué hace un año comenzó a gestarse en mis aguas sagradas la “YakuMama. La Voz Recobrada”.

Hoy puedo ir dándole sentido a muchas de las cosas que viví y sentí hace un año. Tuve que atravesar el miedo y la neurosis que se me disparó. Pero hoy puedo recordar y así entender para qué recobro mi voz.

Alzo mi voz y la pongo al servicio de la Gran Madre, el eterno femenino, para que la semilla que siembro germine y ayude a otras mujeres a recordar lo que tiene que ser recordado y entre tod@s podamos crear una Nueva Tierra donde el Amor, y no el Miedo, campe a sus anchas.

Con tiempo para el Asombro…

Cuántas veces voy corriendo, sin parar, sin ver… sin tiempo para el asombro. Y otras, como hoy, disfrutando de un hermoso paseo con las perras, disfruto del barro que no es más que el agua fundiéndose con la tierra. Y me agacho, y miro, despacio, como sin querer incomodarlas… y allí las encuentro… tras la lluvia, enganchadas, reposando, brillando. Y recuerdo que hay otra manera de mirar… con tiempo para el asombro!

No todo está perdido…

Junto a la pésima noticia de que el AGUA comienza a cotizar en los mercados de futuro en Wall Street, que ha hecho que se me retuerzan las tripas, he recibido un correo de un ex-alumno de Ciencias Ambientales, al que le dirigí su Trabajo Fin de Grado el curso pasado. Ahora está cursando un master y está planteando su Trabajo Fin de Master y me cuentas sus diferentes ideas. Su correo termina diciendo:

“En resumen, muchas ideas y todas aún en el aire. Lo que tengo claro es que quiero poner mi granito de arena y todo gracias a la pregunta que nos hiciste repetirnos una y otra vez en clase: Y yo, ¿qué puedo hacer?

En ello sigo y espero seguir mucho tiempo, en preguntarme qué puedo hacer y cómo puedo llegar a conseguirlo”.

Y días como hoy, con las tripas aún revueltas, correos como este me alegran el alma y me hacen sentir que no todo está perdido…

Sentimientos encontrados

Pasear por sus familiares callejuelas y escuchar el eco de mis pasos; buscar un bar abierto entre tantos, ahora cerrados; tantos comercios con las cancelas bajadas. Solo las palomas y las golondrinas campan a sus anchas. Nadie. Me llega el relajante sonido del agua de una fuente cercana. En el silencio más absoluto las campanas de la Giralda, con una vibración que me desempolva el alma, me recuerda que son las 10.00 de la mañana. Ese repicar me trae de nuevo a esta “nueva normalidad” que de normal no tiene nada.

Y sin embargo, me siento feliz al pasear por sus callejuelas, en otros momentos atestadas de turistas y ruido. Disfruto al sentir este silencio que me permite escuchar y escucharme. Esta ciudad que hoy parece un decorado. Sin vida, diría alguien…

Y siento que, a pesar de tanta tragedia que puedo intuir tras tantas cancelas bajadas, tras tantos bares cerrados, tras este llamativo silencio… a pesar de tantos sentimientos encontrados que me han asaltado en este mañanero paseo, siento que, muy al contrario de lo que pudiera parecer a simple vista, el barrio rebosa vida: en cada paloma, en cada golondrina, en cada geranio, en cada gota de agua… y sí, a pesar de tanto, la Vida sigue abriéndose paso.

… Y el río me sigue hablando…

… Me sigue hablando de serenidad, de escucha, de acompañamiento. De peces que saltan justo delante de mi piragua dándome la bienvenida; que me esperan en el mismo sitio para, a la vuelta, despedirme. El río me habla de orillas con patos que aletean y elevan el vuelo con un remolino sonoro ante mi llegada. El río me habla del mar, de su rumor que se hace más intenso conforme avanzo; de la transformación del agua; del suave balanceo que me mece; de los colores que se reflejan en sus tranquilas aguas; del sonido cuando la pala acaricia. El río me habla del Silencio…

Yendo hacia el mar, volviendo hacia el sol. Un atrevimiento, un reto, un regalo inesperado… y si escucho, el río me sigue hablando…

Río Fluviá
Río Fluviá

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