Hace unos días, hablaba sobre los conflictos de intereses y hoy, «casualmente», se publica en El País un artículo de Tomás Delclós, «¿Quién habla?«.
La mismisima «American Economic Association«, cuna de «excelentes» revistas académicas de Economía, solicita a partir de ahora a los autores que declaren la fuente que financia su investigación (el original se puede leer en esta dirección), tratando así de «evitar que se presente como ‘experto en X’ o ‘catedrático de Y’ a un científico que además está recibiendo financiación de empresas interesadas en el resultado de sus investigaciones”.
En principio no parece mala medida pero… esto sólo se le exigirá a aquellos autores que hayan obtenido una financiación que haya superado los 10.000 dólares en los últimos tres años. Y me pregunto, ¿y si no se ha superado esa cantidad, no hace falta declarar la fuente de la financiación?
Y relacionándolo con la entrada de ayer sobre ¿Dónde publicamos? ¿Por qué, para qué… para quién?, me pregunto ¿Y quién financia a este «gigante»?