
Vivimos tiempos convulsos de grandes incertidumbres. Ya no se habla solo de crisis climática, sino de crisis global. En mi opinión, sin embargo, es algo más profundo: asistimos a una crisis de identidad de una dimensión que no llegamos a comprender.
Estos tiempos se caracterizan por una profunda incertidumbre en la que, ni los propios modelos académicos y científicos, aciertan a predecir con seguridad el futuro que se nos avecina. Se nos habla de incremento de la temperatura del planeta, pero no se sabe con exactitud cuántos grados ni cuándo. Se habla del deshielo de los Polos pero tampoco se sabe a ciencia cierta con qué velocidad perdemos masa polar. Asistimos a una brutal deforestación que pone en peligro la rica biodiversidad del planeta, con cientos de especies extinguidas cada año, pero tampoco se puede decir con exactitud el ritmo al que avanza. Nos conmovemos ante la desaparición de ríos y lagunas pero tampoco los modelos saben predecir qué pasará con las masas de agua. Respiramos un aire cada vez más contaminado; bebemos unas aguas cada vez más envenenadas, pisamos una tierra resquebrajada y empobrecida… y no sabemos «a ciencia cierta» la velocidad con la que seguirán produciéndose estos cambios porque los modelos científicos, certeros para según qué cosas, no funcionan con exactitud cuando tratamos con aspectos socioeconómicos-ambientales y existenciales.
Sin embargo, más allá de esta incapacidad de predicción, es importante que nos demos cuenta que esos acontecimientos no son más que síntomas de una crisis mucho más grave y profunda y que muchas de las políticas que se plantean, siendo necesarias, no van más allá de meras medidas paliativas. Las políticas económicas se quedan cortas porque no aciertan a ver que, la mayor de las veces, son parte del problema. Las políticas ambientales, leales al sistema mercantil en el que nacen, ofrecen soluciones que pasan por el mercado. Las políticas sociales, a estos efectos, olvidan que las personas somos algo más que números; la educación, desde infantil hasta la universidad, pareciera que no tuviera ningún papel en esta desquiciada situación. Tampoco la tecnología va a venir a salvarnos; puede ayudar, pero solo eso, por la sencilla razón que, como todas las anteriores, ataca el síntoma y olvida la causa.
Desde el pedestal en el que nadie nos subió, los seres humanos nos creemos diferentes y superiores a todo lo que habita en el planeta, vivo o inerte, por el mero hecho de tener una cabeza pensante que, paradójicamente, ante la grave crisis que vivimos, no la usamos para hacernos una sencilla pregunta: ¿estaremos «olvidando» algo? Porque podría ser que ese «algo» fuera, precisamente, la causa del problema.
En mi opinión, y cada vez estoy más convencida, la causa de la situación que vivimos radica en el olvido de lo que somos. Asistimos a una crisis de identidad. Hasta que los seres humanos no recordemos qué somos y sigamos montados en nuestro pedestal, todas las políticas ambientales, económicas, tecnológicas y sociales quedarán en poco más que el alivio temporal de algunos síntomas.
Es urgente, pues, recordar qué somos y, una vez hecho, preguntarnos qué podemos y queremos hacer.
Hay diferentes maneras de recordar pero las tenemos tan cerca que no las vemos. Una de ellas radica en nuestra propia sabiduría interior; esa que solo en el Silencio podemos escuchar. Pero estamos tan atareadas, tan atareados, en esta vertiginosa vida que nos hemos montado que prestamos oídos a todos y a todo menos a nuestra propia voz.
Otra manera de recordar es, de hecho, la que nos ayuda a escucharnos en nuestro silencio: el contacto con la Naturaleza. No hay persona que no haya sentido alguna vez esa sensación «diferente» cuando estamos en contacto con ella. No hace falta que estemos en medio de un frondoso bosque; solo hace falta parar, ver y escuchar allí donde estemos. Un árbol en la ciudad que nos refresca al pasar bajo su sombra; una pequeña flor que nace de una rendija en el asfalto; un gorrión que, descarado, se acerca a nuestra mesa en busca de migas de pan; esa gota solitaria que refresca la brizna de hierba que nos sale al paso… Un pato que tranquilamente pasea en la laguna… Todo habla, solo hemos de parar, en silencio, ver, escuchar y recordar.
Cuando hayamos recordado que somos ese árbol, confiado, arraigado a la Tierra y que desde su lugar ofrece lo más preciado que tiene; esa pequeña flor que allá donde esté despliega su fragancia y su belleza; ese gorrión que alza el vuelo; esa gota solitaria que nutre la hierba sobre la que cayó. Cuando hayamos recordado que somos el pato de la laguna, que somos Uno con todo, entonces podremos, desde una nueva consciencia, preguntarnos qué queremos hacer, no solo por la Tierra y el Agua, no solo por el árbol y por la flor, por el gorrión y la brizna de hierba, no solo por el pato; sino por nuestra propia supervivencia que, al fin y al cabo, es lo mismo.
Cuando hayamos recordado, podremos y querremos políticas radicales, políticas que vayan a la raíz del problema, que no es otra que el olvido de lo que somos. Las demás, por muy necesarias que sean, no dejarán de ser «políticas paliativas».
Cuando hayamos recordado, una Nueva Tierra será posible. Hasta entonces, confío en nuestra sabiduría y en nuestra propia capacidad para recordar.
💦💦💦
Llevaba tiempo queriendo terminar esta reflexión. Ha sido el relato «Empatía» de José Galindo Gómez, publicado en la Revista El Ecologista (nº 113), de Ecologistas en Acción, el que me ha inspirado y confirmado mi intuición. Tomo prestada la ilustración que da pie al relato, de Andrés Espinosa, con el agradecimiento tanto a él como al autor del mismo. Puedes leer el relato en el siguiente enlace:
Estoy muy de acuerdo con lo que señala la autora, la sabiduría interior nos ayuda a dar soluciones acertadas, nos aumenta la conciencia, nos hace crecer como ser humano y nos muestra la importancia de todos los seres vivos, sean plantas o animales. Sin embargo, la triste realidad es que a pocos humanos le interesa la sabiduría interior!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por tu comentario. Sí, es triste que a pocas personas aún interesa esto. Pero cada día somos unos poquitos más😄. Un abrazo!!
Me gustaMe gusta