«La humildad le da al agua su poder» (Lao Tsé)

Gotas de agua sobre tela de araña. Castañuelo, Huelva. Primavera 2019.

La Humildad, el camino de la YakuMama, siempre fluyendo hacia las cotas más bajas; ocupando los espacios oscuros y sagrados en las profundidades de la PachaMama.

Humildad para, sabiéndose pura y cristalina en las fuentes de las cumbres montañosas, reconocerse putrefacta y maloliente en un charco de ciudad.

Humildad para saberse poderosa cuando generosa riega y fertiliza los campos, y ruin cuando su fuerza destructiva arrasa pueblos y valles.

Humildad para reconocerse en el recodo manso de un río y en la atronadora catarata que implacable cae desde las alturas;

para saberse dura y fría en las altas cumbres, sabiéndose cálida y acogedora en el seno materno.

Humildad para saberse gota siendo océano…

Las voces del agua…

Hoy es un día triste: han privatizado el agua en Brasil…

Cada cierto tiempo siento la necesidad de ir al Alcazar y entrar nada más abren su gran portón y mientras los turistas se entretienen en el “palacio” me cuelo, sola, en la inmensidad de sus jardines. Me reciben los orgullosos pavos reales, las alegres golondrinas y como un bendito mantra, el agua, por todos sitios, en todos los rincones… sin ruido que la silencie…

Hoy que se privatiza en Brasil, más que nunca, necesito escuchar las voces del agua, en cada fuente, en el baño del mirlo, en el correr en la acequia, en el jazmín… en cada rincón del alma, porque me duele…

Sentimientos encontrados

Pasear por sus familiares callejuelas y escuchar el eco de mis pasos; buscar un bar abierto entre tantos, ahora cerrados; tantos comercios con las cancelas bajadas. Solo las palomas y las golondrinas campan a sus anchas. Nadie. Me llega el relajante sonido del agua de una fuente cercana. En el silencio más absoluto las campanas de la Giralda, con una vibración que me desempolva el alma, me recuerda que son las 10.00 de la mañana. Ese repicar me trae de nuevo a esta “nueva normalidad” que de normal no tiene nada.

Y sin embargo, me siento feliz al pasear por sus callejuelas, en otros momentos atestadas de turistas y ruido. Disfruto al sentir este silencio que me permite escuchar y escucharme. Esta ciudad que hoy parece un decorado. Sin vida, diría alguien…

Y siento que, a pesar de tanta tragedia que puedo intuir tras tantas cancelas bajadas, tras tantos bares cerrados, tras este llamativo silencio… a pesar de tantos sentimientos encontrados que me han asaltado en este mañanero paseo, siento que, muy al contrario de lo que pudiera parecer a simple vista, el barrio rebosa vida: en cada paloma, en cada golondrina, en cada geranio, en cada gota de agua… y sí, a pesar de tanto, la Vida sigue abriéndose paso.

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