Cuando una mujer puede «ver» la mujer que es hoy, aquella que deja atrás la dificultad para expresarse; cuando ve cómo esa dificultad no es más que una lealtad amorosa a uno de sus progenitores, que lo aprendió como forma de sobrevivir; cuando ve que ya puede, no solo desabrocharse “el traje de flamenca”, sino dejar atrás todo lo que la encorsetaba, entonces esa mujer toma todo su poder, recobra su voz y expresa su verdad.
Agradecida a las mujeres que me permiten acompañarlas a recobrar su voz. ¡Ellas son mi más fiel espejo, mis grandes maestras!