Es curioso esto de la muerte de un amigo… un amigo de esos que no son de todos los días; que no conoces a su familia porque la relación nació en el ámbito profesional y se fue haciendo cada vez más entrañable con los años. Cuando ha muerto Paco, he sentido que no tengo con quien compartir el dolor por su pérdida más allá de algún frío correo con algún compañero/a… No he ido a su funeral porque no procedía… y siento la necesidad de algún tipo de ritual a modo de homenaje y despedida.
Para ti, mi querido amigo, hoy me doy el pésame a mí misma con este pequeño homenaje en tu honor.
Sobre Paco Puche se podrían decir muchas cosas. Yo voy a hablar del hombre que fue mi amigo…
Nos conocimos en las X Jornadas de Economía Crítica, en Barcelona donde presentamos la idea de crear la Red de Economía Ecológica y Paco, entusiasta empedernido, se ilusionó con la idea, tanto que fue uno de sus principales impulsores. Cuando tenía dudas de por dónde seguir, le escribía o le llamaba, y siempre encontraba sus lúcidas reflexiones que nos hacían seguir avanzando.
La primera reunión de la Red la realizamos en la Finca la Algaba de Ronda, un precioso lugar que Paco nos descubrió, en el que la Naturaleza y el buen hacer de María nos permitieron darle forma a lo que en aquellos momentos era únicamente una ilusión. Así fuimos caminando y creando; «La Red somos tod@s», decíamos entonces… Qué momentos tan bellos compartimos. Todo lo que es el nacimiento de algo, une… y con el nacimiento de la Red nació también nuestra amistad.
Los Cursos de Verano en Olavide en Carmona era otro de los encuentros anuales a los que no renunciábamos. Su irónico sentido del humor, siempre presente, unido a su certera crítica, eran el cóctel que aseguraba unas sesiones y unas veladas siempre entrañables.
No olvidaré el día que fui por primera vez a la librería que él fundo, Proteo Prometeo, en Málaga. Con deleite nos mostró, no solo la reforma que habían hecho que incorporaba una antigua muralla de la ciudad que creaba una atmósfera que nos invitaba a quedarnos, sino que nos fue desvelando con una capacidad narrativa encomiable, el origen de la librería, su propia vida. Me quedé fascinada.
En mi corazón guardo el día en el que concursé a una plaza de profesora titular de universidad. Paco no conducía pero eso no le impidió coger un autobús y plantarse en la UPO para celebrar conmigo un momento importante en mi vida. Ni corto ni perezoso, y con su habitual sarcasmo, me dijo que él quería hablar en el Acto, sabedor de que solo los doctores y doctoras pueden tomar la palabra en estos eventos académicos, herencia de un rancio clasismo universitario. Y pidió la palabra… y se la dieron. No olvidaré lo que entonces, públicamente, me dijo. Lo guardo en mi corazón.
Años más tarde, cuando cansada de ese rancio clasismo y capitalismo académico, decidí no publicar más artículos en revistas académicas, le envié, como solía hacer, lo último que había escrito. Sin dudarlo me dijo que ellos, desde la editorial de la Librería, Ediciones del Genal, me lo publicaban. Una vez más, Paco cerraba filas conmigo y así publiqué mi primer libro. Lo mejor no fue la publicación, que por supuesto, sino la celebración en el Marichuchi, un pequeño chiringuito de El Palo, al que a Paco le gustaba ir. Allí celebraríamos también mi segundo libro, también publicado con ellos, y celebrábamos la Alegría de Vivir, como le gustaba decir a Paco, hecho que no quedaba en una hueca frase. Aquella vez fue la última que lo vi.

Paco era Economista e Ingeniero. Pero por encima de todo era Librero. Amaba los libros y en su generosidad, me mandaba cada nuevo libro que escribía… y no solo los suyos, sino todos aquellos que pensaba que me podían gustar… Cómo disfrutaba cuando, al llegar a la UPO y recoger mi correo, encontraba un paquete que venía de Málaga…
Paco era un ecologista convencido. Dedicó gran parte de su vida a defender la erradicación del Amianto. Escribió mucho sobre muchas cosas. Yo me quedo con su último libro: «Lynn Margulys: una revolución en la Biología»; decía que estaba enamorado de Margulys y lo decía con una sonrisa pícara y divertida; en sus ojos se veía que era cierto. Hablaba con pasión de ella y de las bacterias… Me decía: Esther, solo somos eso, un puñado de bacterias… y se reía con esa risa franca que le caracterizaba.
Estoy convencida que estés donde estés ahora, querido Paco, seguirás disfrutando de esa Alegría de Vivir y sonreirás al vernos seguir tu legado. Fue un regalo de la Vida compartir este trecho contigo, querido amigo. Nos volveremos a encontrar para seguir disfrutando, aunque seámos ese puñado de bacterias…. Queda pendiente un pescaíto en el Maricuchi en tu recuerdo y por la Alegría de vivir. Siempre en mi corazón.