
Últimamente han salido noticias en las que varias mujeres denunciaban al “admirado” profesor Boaventura Santos de acoso sexual. Se me cayó un mito.
Me quedé sentipensando entonces en las “relaciones catedráticos- profesoras jóvenes”, en lo difícil que es que denunciemos a un semidios. Eso cuando es un acoso “sexual”.
Pero, ¿y cuando el acoso no tiene caracter sexual?
Entonces nos convencemos de que “eso” no es acoso. De que tampoco es para tanto; de que los catedráticos son así, siempre ha sido así. Es que te quejas por todo. Una vocecita nos dice “Déjalo pasar, no te señales más que es peor. No puedes demostrar nada, además no te ha puesto una mano encima. Te vas a quedar más sola de lo que ya estás. Si hablas, te será mucho más dificil. Ten cuidado que tienes un contrato temporal”…
Y así, hay muchas que callan. Y otras que no, que no nos callamos. Unas sufren el acoso de manera silenciosa, otras vivimos el acoso derivado de la rebelión.
Sí, nos rebelamos contra esos catedráticos que nos exigen un curriculum que ellos no tienen. Contra aquellos que nos proponen ser su agradecida marioneta. Contra los otros que se creen y autoproclaman “excelentes” y nos exigen una malentendida y enfermiza excelencia. Nos rebelamos contra los que se regodean en la hoguera de las vanidades, inflando sus egos gracias al séquito de vasallos que los acompañan. Nos rebelamos contra esos que creen que una palabra suya bastará para doblegarnos.
Sí, nos rebelamos contra el acoso que nace del Capitalismo Académico y que los catedráticos ejercen creyéndose todopoderosos e intocables.
Ya sea porque callas o porque te rebelas, este Patriarcado nos hace enfermar.
Y mientras, ellos aparecen con sus mejores galas presentando libros, ostentando cargos “públicos”, hablando en medios de desinformación, creyéndose en posesión de la verdad.
Sí, a mí también me acosaron en la universidad. No uno sino varios catedráticos, y algunos de sus vasallos.
No me callé; me lancé a las batallas. Algunas las perdí, otra la gané, la última… sí, la gané y enfermé.
Y a pesar de todo, sané y gané la mayor de las batallas: mi LIBERTAD en la Academia.
No nos callemos, compañeras. Nuestra Libertad vale más que todos sus Egos.